16 de junio de 2015

El umbral


paloma blanca


El umbral

Veo tu nombre, que yo mismo grabé en la roca en mudo desafío al olvido y, de nuevo, torrentes argénteos surcan mi rostro, mientras un coro de arcángeles impasibles me contempla. Son ajenos de mi dolor, porque tienen ojos y corazón de piedra. Cómo les envidio ahora. Los cielos y la tierra, conmovidos, se hacen eco de mis emociones. Porque nada puede existir en este mundo incapaz de añorarte. La angustia que fluye por mis ojos se funde con la lluvia y mi lastimero lamento se confunde con el aullar del viento. Como las nubes, lentamente voy quedándome vacío, hasta que finalmente me rindo y me fundo con la oscuridad. La blanca dama de la noche se abre entonces camino entre la negrura del cielo e ilumina mi cuerpo mojado y ya dormido.  Solo entonces puedo soñar.

Estoy en un prado verde bajo un Sol radiante, mi cabeza está sobre tu regazo y me sonríes dulcemente mientras acaricias mi pelo. Quiero fundirme en un abrazo contigo, besar tus adictivos labios, llorar de amor y de alivio, reír de felicidad y decirte cuanto te amo. Pero estoy dormido.

Entonces dejas con suavidad mi cabeza sobre la hierba, besas mis rizos y te pones en pie. Atardece y yo me quedo tumbado bajo el dorado manto del Sol, mientras tú tomas la forma de una paloma blanca como el alabastro pulido, el mismo tono de tu hermosa tez. Quiero retenerte, abrazarte tan fuerte que no puedas alejarte de mi lado, gritar de puro dolor, llorar amargamente y decirte cuanto te amo. Pero estoy dormido.

El brillo del astro rey me devuelve al mundo. Han pasado horas, mas en mi sueño apenas ha sido un suspiro; tal es la intensidad con la que vivimos en los dominios de Morfeo. Mi corazón, roto y recompuesto, aun sangra por las rendijas que han quedado entre sus pedazos. Una vez más no he podido evitar que te marcharas, pero al menos he podido estar a tu lado una vez más. Ahora comprendo que ya no nos quedan palabras, no al menos hasta que vaya a tu encuentro. Pero sí sé que puedo sentir tu amor imperecedero a través de la delgada frontera que separa nuestros mundos y, de algún modo, sé que tú también percibes lo que yo siento.

Así, hasta que mis manos se arruguen y mi corazón se detenga, hasta que mi cabello palidezca y mis venas se sequen, hasta entonces acudiré a tu encuentro cada noche. Ya que no puedo hallarte en otro lugar, te buscaré por siempre en mis sueños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario