4 de junio de 2015

Por mi hogar



Montañas cubiertas de nieve

Por mi hogar

El grupo de soldados avanzaba por los fríos páramos cubiertos de nieve. Había llegado la primavera, pero la densa capa de blancura que cubría los suelos hacía que se vieran obligados a caminar, guiando a sus monturas desde el suelo. Iban cubiertos por gruesos pelajes y portaban hachas, lanzas y escudos. Eran saqueadores.

El explorador los vio, ya muy cerca de su aldea. No tenía tiempo de llegar corriendo a avisarles. Pensó en los niños y los ancianos, los hombres y las mujeres, todos perecerían si aquellos hombres atacaban por sorpresa. El hombre llevó sus manos ante su boca, formando un cono y gritó con todas sus fuerzas para dar el aviso. Los saqueadores le oyeron, le vieron y él pudo ver en sus ojos la sed de sangre. Corrieron hacia él, blandiendo sus armas enardecidos. Pero él continuó gritando. Continuó gritando hasta que llegaron hasta él y un hacha abrió su garganta y varias lanzas perforaron su pecho y sus flancos.

Mas los valles y la montañas de su hogar no permitieron que su grito muriera con él y levantaron ecos cada vez más vibrantes, que reverberaron en el aire, en la tierra y en los corazones de sus enemigos. Los montes, conmovidos por su sacrificio, lloraron nieve que en desconsolada avalancha corrió presurosa a sepultar al valiente hijo del valle. Y, con él, a todos sus enemigos.

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